Bruma es el nombre que le puse al perrito.
Un sortilegio era dar con una playa pública.
Es que el mar, las olas y el viento no les pertenece a todos?.
Cada vez que caminabamos con nuestras reposeras y bolsos,
carteles de"privado" y "no avanzar" impedian el paso a los veraneantes
que querian encontrar su camino hacia las playas.
Algunos balnearios privados esgrimian una leyenda en letras blancas
y chicas que -"por un convenio con el municipio G.P.,
a escasos metros habían abierto un paso a las playas públicas, pero
abstenerse de dejar entrar animales -vagabundos, supongo yo- porque
despues en la playa veía toda clase de perros al lado de sus dueños,
jugando con pelotitas que les lanzaban al mar y el pobre can entraba
al agua salada a buscarla entre las olas.
Otros se paseaban de la correa de sus dueñas con medallas identificatorias y la nariz, digo el hocico respingado.
Pero el que no se perdía un día de playa era bruma.
El perrito que a la legua se veia que no tenía pedigri, recorria las
playas de punta a punta, acercandose peligrosamente a olfatear la
mano del que pasaba cerca, recibiendo a veces un rechazo hostil
o una suave caricia ,que el recompensaba,quedandose un rato con
su virtual amo ,hasta que pasaba otro, lo acariciaba o lo echaba del lugar y
el proseguia su camino de amor y odio por la vida.
Era evidente que era un perro de la calle, que se alimentaba de lo
que le tiraban los turistas, estaba gordo y tenia un pelo largo y deslucido.
Agus,que tiene ocho años, se quería traer, bruma a casa.
Con pena en el alma,le dije que no.
El perro se veía bien y parecia estar acostumbrado a llevar esa
vida,(vida de perros, acotó mi alma) hasta conocía un paso secreto a la playa para no ser avistado por los celosos guardianes de los
balnearios, ya que no faltaba ni un solo día a la playa.
Beatriz Else-todos los derechos reservados-2010-