Beatriz Sarlo esta considerada una de las intelectuales
más prestigiosa de la Argentina.
Tiene una larga trayectoria como docente,
investigadora e historiadora de la Cultura.
Fué titular de la Cátedra de Literatura Argentina
de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Entre otros libros escribió "El imperio de los Sentimientos"
"La pasión y la excepción" y "Una modernidad periférica".
Dirige una revista "Punto de vista".
Ella escribía en la revista "Viva" unos artículos
que realmente impactaban en la Sociedad.
Que no se apague el fuego, es el título de uno
de los artículos que ella escribió y tanto me gusto
que le escribí una poesía:
Aca un extracto de ese artículo:
"Aprendí a encender fuego, de vacaciones en el campo, poco antes de cumplir seis años.
Fué una enseñanza métodica,como correspondía a una chica de ciudad que estaba convencida de que el fuego era algo visible pero intangible
emitido por las hornallas de la cocina cuando se giraba la perilla y se
arrimaba un fósforo.
En el campo,me había dado cuenta de que ese sencillo trámite no tenía
lugar y que el fuego era producto de maniobras que incluían algunas formas del azar o lo que yo juzgaba como azar aunque en realida no lo era.
Desde el comienzo de mi experiencia con el fuego,comprobé que se
hablaba mucho de la leña, mucho más de los que en Buenos Aires
se hablaba del gas.
El combustible leña era más complicado y había que conocerlo,
mientras que nadie había dicho en mi presencia que era necesario saber
algo sobre gas, excepto no olvidar de cerrar bien las llaves,porque,
caso contrario, volábamos todos.
El gas era un explosivo tan desconocido como domesticado.
La leña, en cambio, era un combustible que no siempre
respondía del mismo modo a las necesidades humanas: amanecía
mojada, si había llovido la noche anterior y no estaba guardada bajo
techo;podía estar" un poco verde", lo que retrasaba el momento en que
el fuego terminaba de prenderse; si no se la cortaba en pedazos del
tamaño exacto, los trozos demasiado grandes tapaban el fogón, y los
muy chicos se consumían enseguida(..)
Las complicaciones eran interesantes y a alguien de la familia se le
ocurrió que no estaría mal que yo aprendiera a encender fuego.(..)
Aprendí a encender fuego en condiciones óptimas,casi científicas.
Con el paso de los años, hice fuego en las peores situaciones: sin
papel,sin leña chica, con vientos imposibles, bajo la lluvia que
obligaba a tapar el fogón con una chapa inclinada a cuarenta y cinco
grados. Hice fuego con leña mojada, con bostas de animales, con cactus
secos,con cartón corrugado y pasto, sobre el barro, sobre el mosaico
de una casa abandonada, entre dos piedras rodeadas de agua, en
medio de pastizales que podían incendiarse.
Siempre creí que un buen fuego se enciende con un solo fósforo y en
el primer intento.
Algunas veces tuve que abdicar de este fundamentalismo y otras
pensé que había fracasado, que ya esa noche no comeríamos porque
a cinco mil metros de altura en una pampa alta no hay oxígeno
suficiente y el agua nunca hierve con el calor escaso de unas bolas
espinosas de yuyos secos.
Para acumular todos estos méritos ígneos, tuve que aprender a encender
fuego a los seis años".
A este artículo le dedique una poesía:" Me gusta mirar el fuego"
el link de la poesia es http://dulce-abrojito-blogs.com.over-blog.es/5-categorie-11088455.html
Cortesía:Beatriz Sarlo- revista "viva"